HISTORIA DEL AGUA EN MENDOZA
Artículo histórico n°1: Biografía de Galileo Vitali
Artículo histórico n°2: El aprovechamiento histórico del agua (Por Jorge Chambouleyron)
Artículo histórico n°1
BIOGRAFÍA DE GALILEO VITALI
“Nos asombraba su labor silenciosa, positiva, y más nos asombraba aun verlo recorrer el territorio en todas direcciones, remediando…, proyectando…, buscando…”. La Libertad, 10/VIII/44 – Nota necrológica de Galileo Vitali.
Galileo Vitali nació casualmente en el mismo año en que Cipolletti construyó su primer dique. Nació en Buenos Aires, pero vivió y se desvivió por Mendoza. Y murió por ella, en 1944, a raíz de una afección pulmonar que había contraído en sus desvelos cordilleranos. Fue, de nuestros tres homenajeados, el que hasta ahora menos suerte ha tenido con los homenajes. En vida cuando debió retirarse por una enfermedad de servicio, se le mezquinó una jubilación acorde con sus merecimientos. Ya muerto, por ley se impuso su nombre al Canal 25 de Mayo y se decretó la erección de un monolito conmemorativo. Eso fue en 1952. Y hasta hoy, en 1980, el monolito no fue erigido y son muy pocos los que recuerdan que el dique 25 de Mayo se llama Galileo Vitali. Con un tremendo sacrificio editó por su cuenta su “Hidrología Mendocina”, en 1940. La desventura que siempre lo acosó hizo que no lograra reunir todo el dinero necesario. Así fue que, hasta varios años después, ya fallecido su autor “500 ejemplares quedaron en una imprenta de esta ciudad, mirando el afrentoso transcurrir de los años y comprobando la indiferencia angustiosa de un ambiente que ignoraba su inmenso valor”, como rezara el proyecto de ley, con la que el 5 de setiembre de 1946 se dispusiera su adquisición por parte del Estado Provincial. No acaba ahí su mal hado póstumo: en Mendoza, una calle recibió su nombre. El 23 de junio de 1980 su hijo, Julio César Vitali, inició un enésimo reclamo, porque el apellido que figura en las señalizaciones es “Vitale”. Pero esto es parte del anecdotario. Lo cierto es que ubicar a Galileo Vitali en la constelación de los próceres de nuestra irrigación, es un acto de pura justicia. Es el sereno y merecido homenaje a quien, como un amante apasionado, recorrió infatigablemente el extenso y áspero territorio provincial, indagando sin desmayos glaciares y vertientes, cauces y estratificaciones. A quien, a su sólida formación científico-técnica adquirida en la Universidad de Pisa, unió la fúlgida galaxia de virtudes que idealizan al perfecto investigador: consecuente persecución de claros objetivos, acendrada intuición, robusta voluntad de aprender para enseñar.
Su “Hidrología Mendocina”, recopilación de sus publicaciones, disertaciones, y experiencias de un cuarto de siglo – es aún hoy, a 4 décadas de su publicación, brújula segura para los rastreadores de la potencialidad hídrica de nuestros suelos. Es él, como lo definió magistralmente Don Ricardo Tudela, “el estudioso más consecuente y más constructivo de la hidrología regional en nuestro siglo” (XXXVII. Por sobre todo, y con ese fértil pragmatismo que agigantó el imperio de sus antepasados romanos, Vitali acató la absoluta peculiaridad de nuestros ríos y no acalló su aprensión a las leyes generales y principios abstractos, en contra de quienes pretendían encasillar una realidad tan llena de matices y fluctuaciones. Él llevó a cabo el más amplio y profundo relevamiento de nuestras cuencas hídricas naturales, artificiales y subterráneas. Sus estudios geohidrológicos merecen brillar como estrellas de primera magnitud en los anales de la ciencia argentina. En toda circunstancia, al plantear el problema, Vitali se preocupó por recabar la solución. Era un rasgo de su carácter vivaz e inquisitivo, como lo recuerdan quienes mejor lo conocieron. A cada paso, nos estimula a conocer los caudales como un gobernante a su pueblo. “El agua me ha enseñado muchas cosas”, advertía (XIV, 61) y resumía su labor de ingeniero en la de “ayudar a la naturaleza en su trabajo”. Intuía que las teorías puras suelen embarcarse como los ríos; que el reloj de los hielos esporádicamente no se ajusta a las aspiraciones y necesidades agrícolas de los mendocinos y que su adelanto o atraso puede marcar los años fastos o nefastos para la actividad productiva. Por eso su insistencia en que deben habilitarse nuevas obras hidráulicas, a fin de asegurar la regularidad del sistema. (La Libertad: 17/VII/36.
En cada una de sus certeras observaciones, no llega el hálito vital de su encariñamiento con la tarea emprendida y el profundo sentido humano y patriótico de la misma. Mientras otros preferían adormilarse en las teorizaciones de los escasos manuales de hidráulica que circulaban en nuestro medio, Vitali acometió la búsqueda de la realidad a mano desnuda. En procura de seguras respuestas, frecuentó las sobrecogedoras sendas de los glaciares, entrevió los jagüeles naturales que husmea el puma en sus desérticas andanzas, adivinó el rostro de atamisquis, pencas y alpatacos en el rupestre paisaje pedemontano. Sin fatiga, se jugó en todo momento por la postura que creyó acertada (y generalmente lo fue, según lo va demostrando el tiempo, padre de todas las verdades. Releer ahora las páginas de su libro, sus jugosos artículos diseminados en diarios, revistas y conferencias, obliga a sintonizar ese misterioso don profético, que no era magia sino pura ciencia. El controvertido sistema de dominio de El Sosneado y La Pampa Piedras de Afilar (V. XIV, 53 y cf. XXVII); la aluvión del 4 de enero de 1970 (III – XXXIII – XLII – XIV, Fig. N° 30); las reales posibilidades de nuestras aguas subterráneas (carta a Diario Los Andes, 7/X/36); los peligros de la devegetación en las áreas montañosas (XLII); son sólo algunos de los hechos vertebrales pronosticados –a décadas de distancia- por aquel iluminado de la hidrología. Con la clara visión de los auténticos sabios, Vitali no se restringe a la estrechez de miras de su campo de especialización, sino que lanza una aguileña mirada comprensiva a la globalidad de aspectos de cada problema. Así, toca las vetas económicas, sociales, legales, de la cuestión que trata, insertándolas con la mano firme del buen timonel en el terreno de su especialidad hidrológica. Advirtió sagazmente sobre la enajenación de hecho de nuestro territorio en la desolada cuenca del río Barrancas, donde los extranjeros que la habitaban ignoraban que pisaban suelo argentino. Exhortó a los juristas locales a prevenir una eventual discusión de la soberanía mendocina sobre las aguas de dicho río, por parte de la Nación. Incitó a los geólogos a estudiar las cavernas y túneles naturales del río Borbollón, “ esa rica zona de maravillas de la arquitectura geológica” (XVI.
Tuvo por excelencia, la soberana virtud de percibir nuestros imponentes paisajes en un complejo prisma de significados: vio el presente, el pasado y el porvenir. Los sintió como poeta, los miró como argentino, los midió como hidráulico, los pintó como visionario. Página tras página de su extensa obra revelan su tesonera erudición, que excede lo científico, para adentrase en la esfera del franco patriotismo. Sus geniales dotes de observación se revelaron de par en par cuando luminosamente procuró desentrañar el primitivo cauce del río Tunuyán, en un ejemplar proceso de razonamiento científico. Del mismo modo, basado en premisas estrictamente hidráulicas, propuso el punto exacto del valle del Portillo donde convenía (y sigue conviniendo) construir una presa al río Tunuyán, y sugirió sus inmensas posibilidades energéticas. Naturalmente - y sin que ello le reste mérito alguno- el actual avance de la investigación hidrológica pudo invalidar una que otra de sus hipótesis.
Durante 21 años prestó servicios en la Superintendencia General de Irrigación, de la que llego a ser Jefe Técnico, ejerciendo la constante supervisión de los sistemas de riego en toda la provincia. A él se le debe el estudio preliminar y la planificación de la mayor parte de los diques y canales sobre el Diamante y el Atuel, los análisis de factibilidad del dique El Nihuil y otras muchas obras importantes. Pero es quizás en el terreno de la freatología donde concretó sus más valiosos aportes teóricos y prácticos al tesoro hídrico de Mendoza. Con ardorosa vocación y sed de conocimientos, colaboró con los más notables investigadores de su época en el campo geofísico, potamográfico y de las aguas subterráneas: acompañó a los Doctores Pablo A. Loos y Alberto de Vita en sucesivos sondeos de las napas subterráneas, contando con los más adelantados dispositivos tecnológicos. Con ambos especialistas aprendió mucho y todo humildemente lo volcó en beneficio de la irrigación mendocina.
Basta releer alguno de sus artículos periodísticos (Los Andes 7/X/36 y 11/9/38 – La Libertad: 31/7/38, 21 y 29/9/38, 28 y 31/11/38 y 7/6/40), para comprobar con que fuerza se iba haciendo carne en él el entusiasmo por el futuro de la irrigación correctamente planificada y estructurada, sobre el abundante capital de los recursos superficiales y subterráneos. En sus destacables “consideraciones acerca del agua precisa para el riego”, formula con encomiable precisión y prudente rigor científico las reales posibilidades de la irrigación en Mendoza. Siempre fue esquivo a las soluciones radicales y desmesuradas: por eso -y por que además conocía en carne propia los vaivenes de la política y la economía locales- desechó los descomunales proyectos de quienes ingenuamente propugnaban hacer “borrón y cuenta nueva” con las obras de Cipolletti y con la misma Ley de Aguas.
Continuamente, a lo largo de la vasta vida y obra de Galileo Vitali, se aspira ese contagioso impulso creador, esa generosa sed de anchos porvenires: como cuando lamenta el abandono oficial y privado del imponente región adyacente a la cuenca del río Grande y propone, sin más, las posibles perspectivas técnicas: el desvío de los ríos Cobre y Tordillo hacia el Valle Hermoso. O como cuando –sensibilizado por la penuriosa situación de los últimos rescoldos de la raza huarpe – propone regular el desagüe de la Laguna Silverio para que, con el agua, refluyan la prosperidad y la esperanza de otrora a los olvidados bañados de Guanacache.
Auténtico y autorizado tribuno de nuestros más vivos ideales de progreso, merece mucho más de lo que nuestra historia le ha dado. Pero, por todos los homenajes que mereció y no tuvo, por todo lo que anheló y no pudo ver, hoy, miles de hectáreas irrigadas por su esfuerzo bienhechor escriben y cantan, con el rumor de lo que crece el mejor panegírico de Galileo Vitali.
Artículo histórico n°2
EL APROVECHAMIENTO HISTÓRICO DEL AGUA
Por Jorge Chambouleyron
Contenido:
-Sinopsis
-Introducción
-Período colonial del uso del agua
-Período de la organización del uso
del agua
-Período de las obras de embalses de
los ríos
-El Futuro del agua en Mendoza
-Conclusiones
Sinopsis
Los primeros en realizar un sistema
de irrigación para el aprovechamiento del agua fueron los huarpes. Las técnicas
utilizadas las habían adquirido de los incas.
Debido al mal uso que realizaban los
colonizadores del agua y a las reiteradas violaciones a las normas de
irrigación establecidas, comenzaron a crearse las primeras instituciones
hídricas, como por ejemplo la Alcaldía de Aguas.
Debido a la llegada de inmigrantes a
la provincia, se comienza a ampliar la extensión de cultivos y surgen nuevos
problemas sobre derechos de aguas, es por eso que en 1884 se dicta la primera
ley de aguas de la provincia y se crea el Departamento General de Aguas.
El incremento de la producción
industrial durante las décadas de 1930 y 1940, demandan mayor cantidad de
energía eléctrica, es por eso que se construye el dique El Nihuil en el río
Atuel y el dique Agua del Toro en el río Diamante.
Introducción
La historia de la Provincia de
Mendoza esta íntimamente ligada al uso del agua. Si se recorre la Provincia de
norte a sur, se puede observar que el territorio está surcado por cinco ríos.
Estos son: Mendoza, , el Tunuyán, el Diamante, el Atuel, el Malargüe con y el
Colorado formado por dos grandes ríos, el Grande y el Barrancas.
Lamentablemente son sólo cinco los usados para el desarrollo económico
provincial, el Colorado y sus afluentes no han sido aprovechados hasta el
presente siendo los que aportan el mayor caudal. Es además interesante señalar
que cada río tiene su correspondiente infraestructura hidráulica tanto para el
almacenaje del agua como para la derivación de sus caudales.
Período colonial del uso del agua
Este período comienza en el momento
de la fundación de la ciudad, el año 1561 y podría terminar a fines del siglo
XlX. Es el período mas largo y abarca casi 350 años. Los primeros indicios del
uso del agua en la zona están referidos a los productos agrícolas como maíz y
zapallos, ofrecidos a los conquistadores por un grupo importante de aborígenes
denominados Huarpes, en el valle de Uspallata. La población huarpe, se
encontraba diseminada en grupos de 100 a 150 personas asentadas a la vera de
canales, de los que derivaban agua con la que cultivaban vegetales. Estas
acequias o canales, que ya existían cuando llegaron los conquistadores, eran
derivadas del actual Canal Guaymallén. Esta habilidad de usar el agua con fines
de riego y el cultivo de la tierra habría sido perfeccionada por los Incas, los
que tenían en Mendoza el límite mas lejano de su imperio.
La ciudad fue fundada en 1561 un poco
más al norte de su emplazamiento actual. A la llegada de los españoles,
existían en el lugar ya cuatro acequias importantes que suministraban agua a la
población local.
El emplazamiento de la ciudad fue
dispuesto en un lugar en donde los aluviones de agua y barro comunes en los
veranos podían afectar seriamente a la población. Del Canal Zanjón no se podía
sacar agua para usos domésticos, es por esta razón que se decide abrir un canal
aguas arriba (oeste) para derivar el líquido necesario para el riego y los usos
domésticos. Este canal, llamado de la ciudad o de este Pucará, construido casi
con la fundación, fue la primera obra hidráulica de Mendoza.
Entre 1574 y 1605 las autoridades
entregaron parcelas regadas para “sembrar y plantar” , llegándose a cultivar ya
en ese momento unas 50 has regadas. Lamentablemente la violación de las normas
de riego era muy frecuente por lo que la autoridad se vio en la necesidad de
legislar al respecto y crear en el año 1603 la Alcaldía de Aguas. El Alcalde de
aguas tenía la obligación de repartir y cuidar la distribución del recurso para
evitar los robos y las tomas clandestinas, muy comunes en ese momento. A partir
del siglo XVll se ponen en cultivo todas las tierras cercanas a la ciudad
usando la red de riego existente hasta ese momento. De esta forma en el siglo
XVIII se llegan a cultivar unas 16.000 cuadras cuadradas en toda la superficie
del territorio ocupado por los españoles en ese momento. Por esa época cada
regante derivaba el agua mediante una toma de una acequia o canal mayor y la
conducía hasta su parcela.
Es interesante destacar que este
aprovechamiento hídrico, que se potencia o se intensifica a partir de mediados
del siglo XVII, es el resultado de la transformación o cambio de un modelo de
subsistencia por uno comercial. Esta situación fue la determinante de la rápida
toma de posesión de un extenso territorio en donde se encontraba agua en
cantidad y calidad necesarias para el establecimiento de grandes estancias
ganaderas y en donde además, en las tierras llanas, se cultivaban los granos,
en especial el trigo y el maíz. La gran producción de granos y de carne
determina que a fines del siglo XVIII y principios del XIX se comiencen a
asentar en la Provincia los molinos harineros para la transformación de los
granos en harinas.
El desarrollo de los molinos
harineros durante el siglo XIX, apoya la derivación y canalización de las aguas
desde los ríos, actividad necesaria para generar la fuerza hidráulica y
producir el movimiento de las piedras del molino.
A la llegada de San Martín (1814)
como Gobernador de la Región de Cuyo, existían en Mendoza varios molinos
movidos por el agua, lo que le hizo pensar al General en la conveniencia de
aprovechar esta fuerza en la preparación de elementos bélicos.
En 1821, durante el gobierno de Don
Tomás Godoy Cruz, el hacendado Pedro Molina inició por su cuenta la
construcción del Canal Chachingo, derivando las aguas de la margen izquierda
del Río Mendoza. Al poco tiempo esta iniciativa fue imitada por el Sr. Pescara quien
construye una toma similar aguas arriba.
Este canal, como todos los que se
construyeron durante el siglo XIX derivando las aguas de los ríos provinciales,
fueron el resultado del esfuerzo personal y privado de los agricultores de esa
época. En esta empresa no intervino el Estado.
A partir del siglo XIX se desarrolló
tanto el uso del agua y el aprovechamiento de las tierras, que su uso fue
caótico. A fines de este siglo, el uso del agua había llegado a un nivel de
gran intensidad y el modelo comercial que se había iniciado en la época de la
colonia había llegado a su fin De esta forma tanto la ganadería como la
molienda de cereales y su producción, van cayendo lentamente en el olvido y los
cultivos tradicionales se van cambiando por otros. Los determinantes más
importante para generar el cambio de época, es, además de la iniciativa
política de la élite mendocina, la llegada del ferrocarril y junto con él, el
alud inmigratorio. Este es el final del período inicial colonial y el comienzo
del de la organización en materia de uso del agua.
Período de la organización del uso
del agua
La llegada del ferrocarril junto al
alud inmigratorio genera de inmediato una gran demanda de tierras con fines de
riego y a su vez se intensifica el cultivo. Lentamente el modelo de desarrollo
colonial se transforma en un modelo agrícola mediterráneo bajo riego. El cambio
de modelo, la llegada de miles de inmigrantes sedientos de tierras y la
incorporación de nuevos cultivos determinan una enorme demanda de agua.
Todo el mundo comienza a derivar el
agua de cualquier lugar, lo importante es cultivar el pedazo de tierra que ha
conseguido. Esta situación se mantiene hasta que en el año 1884 el Gobernador
Rufino Ortega le encarga al Dr. Manuel Bermejo la redacción de una ley de aguas
para poner orden. Es así como el 16 de diciembre de 1884 el Ministro General de
la Provincia, Dr. Bermejo, pone en vigencia la primera ley de aguas de la
Provincia y del país, ley que sigue rigiendo los destinos del uso local del
agua. En esta misma ley se incorpora como responsable del manejo del recurso al
Departamento General de Aguas, actual Departamento de Irrigación; sin lugar a
dudas el hecho más trascendente de la historia hídrica de Mendoza. Este
organismo permitió el crecimiento ordenado de las tierras de cultivo y del
agua, lo que a su vez consolidó la estructura de los oasis provinciales.
En 1887 al asumir como Gobernador de
la provincia el Señor Rufino Ortega, su primer pensamiento fue poner orden en
el uso del agua de riego. En 1888 le solicita al ministro de Obras Públicas de
la Nación. Ing. Guillermo Villanueva que busque un ingeniero experimentado para
que construya un dique en el Río Mendoza. El Ing. Villanueva contrata al Ing.
Cipolletti quien se pone en funciones para el estudio de la derivación del agua
en el río más importante de la Provincia.
El gobierno de la Provincia contrata,
para la realización de las obras del dique de Luján, a los hermanos Clark,
ingenieros ingleses. De esta forma el primer dique derivador de la Provincia es
librado al servicio el 15 de diciembre de 1889. Esta etapa es muy importante ya
que este momento marca el inicio del período de ordenamiento en la
administración del agua y en el cual se construyen las más importantes obras
hidráulicas de Mendoza.
Es debido entonces al éxito del nuevo
modelo agrícola y a la impresionante demanda de tierras, que el primer cuarto
de siglo veinte se transforma en el período en el que se construyen la mayoría
de las grandes obras de derivación de los ríos de Mendoza. La llegada de miles
de inmigrantes que se distribuyen por todo el territorio, los deseos de hacer
fortuna sumados al empuje de esta gente nueva, van dando ejemplos de
extraordinaria capacidad de trabajo puesta al servicio de la construcción de la
red de canales matrices y secundarios.
El incremento de la actividad
agrícola especializada y su transformación industrial en vino o fruta seca,
produjo la reducción de la superficie y posterior desaparición de las siembras
de cereales y de los molinos hidráulicos para la producción de la harina, la
que empieza a ser transportada desde el litoral por medio del ferrocarril.
El 25 de enero de 1908, bajo el
gobierno de Emilio Civit, se autorizó al Ing Wauters para proyectar las obras
del Río Atuel. También en la misma época se autoriza la construcción de los
canales secundarios.
En épocas del Gobernador Rufino
Ortega (h), se impermeabiliza y entuba el Canal Tajamar ubicado en la Calle San
Martín, así desaparece este famoso canal descubierto que en algunos tramos de
su longitud estaba sólo tapado con tablas.
Durante parte de la época en que se
desarrolla la primera guerra mundial, en 1914, es Gobernador de la provincia
Francisco Alvarez, quien con motivo de conjurar la desocupación que esta
situación creaba en la Provincia, emplea a 1.600 hombres durante 18 meses para
canalizar el Canal Zanjón. Durante la misma época y con el mismo fin son
ejecutadas las defensas en el Río Tunuyán, es reencauzado el Río Atuel, y se
realizan obras menores en la zona de Guaymallén, San Carlos y San Rafael.
En la Gobernación del Dr. Carlos W.
Lencinas, 1922 al 1924, se inicia la construcción del Dique Phillips en el Bajo
Tunuyán.
Al mismo tiempo se derivan aguas
desde el Río Mendoza, para apoyar con riego durante el verano, extensas zonas
de cultivo del Departamento de Lavalle
En 1938, con el advenimiento del Dr.
Corominas Segura a la Gobernación de la Provincia se actualiza la política
hídrica y se envía a la legislatura un proyecto de ley para la construcción del
dique Valle de Uco en el Tunuyán Superior, proyectado en esta instancia por la
Dirección de Irrigación de la Nación. Por ley 1329 se autoriza la inversión y
con esta obra hidráulica se terminan las dificultades para manejar
adecuadamente el río, permitiendo la derivación de una parte de su caudal a la
zona alta y el resto al bajo Tunuyán.
Período de las obras de embalses de
los ríos
Terminados los diques y la red de
derivación de agua de los principales ríos de la Provincia y apaciguada la
fiebre de la inversión en tierras y en agua, debido a la crisis de
sobreproducción del año 1930, se produce una etapa en la que las inversiones en
modernización de los recursos hídricos se paralizan. En la década de los ´40
mejora el consumo de los productos de Mendoza, y en la misma época se crea la
compañía nacional de energía llamada Agua y Energía Eléctrica de la Nación.
Esta situación genera otra etapa de inversiones en los ríos de Mendoza e
inaugura la época de la construcción de los diques de embalse para la
regulación de los caudales y la generación de la energía.
Debido al incremento del consumo de
electricidad por el aumento de la actividad industrial que se produjo en el
país en la década de los ´40 y ´50, la compañía de energía se dedicó a la
construcción de los diques de embalse más importantes de Argentina y entre
ellos se construyeron los de Mendoza.
El primer río en regularse fue el
Atuel con la construcción del dique El Nihuil llevado a cabo por esta compañía
nacional en el año 1947. Años más tarde le sigue el dique Agua del Toro en el
Río Diamante. A este emprendimiento que se inicia en la década de los sesenta
le continua la construcción del dique Los Reyunos aguas abajo del dique
anterior, con lo que se produce la regulación completa del sistema del
Diamante. Por último se termina el contraembalse del Río Atuel llamado Valle
Grande y con estos cuatro diques, el sur de Mendoza se transforma en un emporio
de agua y energía.
Durante la década de los sesenta se
llega a la mayor superficie plantada con viñedos, 250.000 has, y además, con
una actividad nueva para la época, como es el desarrollo de la industria del
enlatado. Esta nueva actividad vuelve a requerir de inversiones y de nuevas
tierras en cultivo. Debido a que el agua superficial está totalmente entregada
al uso agrícola y otros usos y debido a la modernización de los equipos de
perforación surgidos de la explotación petrolera, comienza una etapa de la
utilización del agua subterránea. Es en esta década cuando se produce la mayor
inversión en perforaciones llegándose a un número cercano a los 20.000 pozos.
Este es, tal vez, el último gran esfuerzo por usar el recurso hídrico de la
Provincia ya que con el uso del agua subterránea llamado el sexto río
provincial, se completa la mayor superficie regada de la historia de Mendoza,
poniendo en cultivo a 360.000 has bajo riego.
El Futuro del agua en Mendoza
Tal como se lo ha comentado, el uso
del agua en la Provincia estuvo concentrado en la derivación y almacenaje del
agua para ser aplicada al suelo con métodos tradicionales de riego. El gran
avance se dio teniendo en consideración la gran cantidad antes que la calidad
del uso. Había que realizar grandes obras, había que canalizar los ríos y
derivarlos para luego ser usados. Esta etapa esta ya casi terminada, aunque faltan
todavía algunas obras que concluir, como la regulación del Río Mendoza y Alto
Tunuyán. Nadie pone en dudas ya este tipo de inversiones y menos si se trata de
un hombre de campo. Por otra parte las demandas y requerimientos de la sociedad
moderna determinan que cada día se use mayor cantidad del recurso para
abastecer sus necesidades. Por ello se supone que los desafíos del futuro
estarán concentrados en el mantenimiento de la calidad, tanto del recurso
superficial como subterráneo.
El futuro estará condicionado por la
calidad de agua, los productos agrícolas que se cultiven tendrán que guardar
niveles mínimos de contaminación como consecuencia de las exigencias de los
mercados externos a los que se dirigirá la producción.
Conclusiones
Hace más de cuatrocientos años, antes
de que llegaran los españoles a estos lugares, los primitivos habitantes
cultivaban la tierra con riego y derivaban el agua por medio del canal Zanjón,
que luego se llamó Guaymallén. Hoy, luego del tiempo pasado se sigue usando la misma
infraestructura con algunos agregados. El desafío que nos impone el futuro, con
una población infinitamente superior a la de la etapa inicial y con el mismo
volumen que disponían los huarpes, es hacer un uso equilibrado y sustentable
del recurso. De esta forma, las futuras generaciones no sólo tendrán agua pura
sino que además podrán gozar de los adelantos de la vida moderna sin
restricciones ambientales.
Los presentes textos son un extracto
de:
"Mendoza a través de su
historia", Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina,
compiladores. Mendoza, 2004, Caviar Blue.
"Mendoza: Economía y Cultura", Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina, compiladores. Mendoza, 2004, Caviar Blue. Copyright Editorial Caviar Blue
- Este artículo fue extraido del
sitio www.mendoza.edu.ar, en esta página, el 22/4/2005.
-
Agradecemos a nuestro compañero del DGI, Alejandro Cruz, por encontrar y
sugerir el presente artículo.
Nota de los autores del Blog del Agua: esta nota fue extraida del sitio web del Departamento General de Iriigación, www.irrigacion.gov.ar
Artículo histórico n°3
La construcción de la fuente de la Plaza Mayor de Mendoza
Nota de los autores del Blog del Agua: esta nota fue extraida del sitio web del Departamento General de Iriigación, www.irrigacion.gov.ar
Artículo histórico n°3
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